lunes, 2 de enero de 2012

AMLO y la república amorosa


Voz Invitada

02 Enero 2012
A favor o en contra, mucho se ha dicho sobre la república amorosa a la que se ha referido Andrés Manuel López Obrador. Desde el punto de vista político, el concepto tiene para mí tres significados. Ya logró llamar la atención de una opinión pública saturada por frases políticas trilladas. Tiene una utilidad política inmediata, pues en el discurso y la actitud del candidato representa un golpe de timón respecto a la experiencia de 2006. Y más allá de su utilidad política, expresa su convicción personal en favor de la paz y de que sólo mediante los métodos pacíficos es legítimo acceder al poder.

El primer significado: fijó agenda. Para apoyarlo o para denostarlo, en el arranque de las precampañas, su expresión ha sido objeto de las más diversas referencias. Está en las caricaturas, en los chistes, en los artículos de fondo. Se le asocia con conceptos de los movimientos progresistas, con el cristianismo, con diversos enfoques filosóficos, literarios y de la psicología. Se habla del tema y, en el balance, la asociación termina siendo positiva. Da más de lo que quita. Sin embargo, me parece que esta perspectiva es la menos trascendente para el proceso electoral en curso. Las otras dos son fundamentales.

Segundo significado: el golpe de timón. En las elecciones de 2006, sobre todo en los meses finales de la campaña, el discurso de AMLO de confrontación con los empresarios y las clases medias tuvo un costo electoral indudable. Le hizo perder a una parte de los independientes que lo habían apoyado durante su gobierno en el DF y sobre todo cuando el desafuero. El costo político fue doble: por una parte, le disminuyó el apoyo de una porción del electorado centrista; por la otra, aglutinó en su contra a destacados empresarios, dueños de medios de comunicación y líderes de opinión liberales.

Ese discurso y esa actitud le hicieron perder puntos positivos en las encuestas y le acumularon muchos puntos negativos. Sin un cambio convincente, sin un golpe de timón, con ese balance de opinión su candidatura no sería competitiva. Ahora ha dado el golpe de timón. Está a la vista que busca corregir lo que antes le costó. Por lo pronto, esa decisión le ha sido favorable.

Si se revisan las encuestas de los últimos años, se verá que el nivel de negativos que AMLO tenía parecía irreversible. Por mucho era el político con más negativos, con el agravante de que por ser también uno de los dos más conocidos parecía imposible modificar ese balance. En el último semestre, con ese discurso, con una utilización inteligente de los spots de Morena y con sus posicionamientos, AMLO ha reducido significativamente sus negativos. En la medida en que ha buscado acercarse a los empresarios y a las clases medias; en la medida en la que se ha abierto al centro, AMLO se ha vuelto cada vez más competitivo. A un punto tal de que, con una inferioridad evidente de recursos financieros frente a los aparatos de los otros candidatos, la elección está arrancando como una disputa entre tres.

Tercer significado: AMLO cree sinceramente en los métodos pacíficos y en que para pacificar a nuestro país no hay mejor método que el de la inclusión social.

En 2006 tuvo su prueba de fuego. En el momento más álgido de la confrontación poselectoral, AMLO pudo haber lanzado a la gente contra la autoridad o, incluso, sin necesidad de ello, pudo haberse desentendido. No hizo ni lo uno ni lo otro. Contra la opinión de buen número de sus más cercanos colaboradores, Andrés Manuel decidió evitar la confrontación violenta. Apostó su liderazgo en favor de contener la inconformidad y de evitar un enfrentamiento de los ciudadanos que legítimamente estaban encolerizados con las fuerzas del orden. En los momentos decisivos AMLO fue un pacifista convencido y valiente.

Sin entrar en honduras filosóficas o doctrinarias, la república amorosa, me parece, representa un avance: corrige un error de estrategia de 2006 y reafirma un compromiso de fondo con la paz y la justicia.