- De 11 estudios de opinión dados a conocer antes de las elecciones, solo tres estuvieron cerca del resultado final del PREP del IFE. Los demás pronosticaron hasta 18 puntos de diferencia entre Peña Nieto y AMLO
Un estudio realizado por Reporte Indigo encontró
diferencias de hasta 18 puntos entre los candidatos que estaban en primero y
segundo lugar en las encuestas previas a las elecciones del domingo pasado.
El sondeo de opinión que presentó la mayor
distancia entre los votos que tendría Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López
Obrador fue el de Milenio-GEA-ISA, que pronosticó una ventaja para el priista
de 18.4 puntos.
En contraste, Berumen, que realizó una encuesta
para el Observatorio Universitario Electoral, integrado por académicos de la
UNAM y la UAM, predijo una distancia 6.1 entre ambos candidatos, la más cercana
al Programa de Resultados Electorales Preliminares del IFE. El dato oficial
marcó 6.5 puntos porcentuales.
Otro caso de relativo éxito fue Ipsos-Bimsa, con 7
puntos de diferencia.
Y otros casos de sobrestimación fueron Radio
Fórmula/Con Estadística, con 17.7 puntos, y El Universal con 17.1.
La evolución
La práctica de las encuestas y sondeos de opinión
data de hace más de medio siglo. Este instrumento ha sido utilizado por
científicos sociales para medir y estudiar la percepción de la gente sobre un
tema en concreto. Y desde inicios del siglo 20, en el apogeo de la vida
democrática en el Hemisferio Occidental, este instrumento de medición ha ganado
importancia y poder en los sistemas políticos nacionales.
En México, las encuestas han evolucionado en su
naturaleza como instrumentos de medición. Y desde la alternancia política en el
año 2000, han jugado un papel preponderante en el curso de la coyuntura
electoral.
A medida que la ola globalizadora se expande,
otorgándonos más herramientas tecnológicas y usos de información, las encuestas
sirven como insumo para la toma de decisiones. Este hecho deriva en un alto
nivel de influencia en la opinión pública. Se trata de un impacto proliferante
que puede analizarse desde diferentes ópticas.
El fenómeno electoral de los últimos 100 días de
auge proselitista nos dejó muchas interrogantes, opiniones extrapoladas y un
ánimo público único en la historia de México.
El pasado 1 de julio, a las 23:15 horas, el
consejero presidente del Instituto Federal Electoral, Leonardo Valdés Zurita,
emitió un mensaje televisivo en cadena nacional para presentar las cifras del
conteo rápido realizado por el organismo.
Dio a conocer que el candidato de la alianza
Compromiso por México, integrada por el PRI-PVEM, encabezaba las preferencias
electorales con un rango de entre 37.9 y 38.5 por ciento.
Mientras que el candidato de la alianza Movimiento
Progresista, integrada por el PRD-PT-Convergencia, estaba en segundo lugar con
un puntaje de entre 30.9 y 31.8 por ciento. Esto es, una diferencia de entre 7
y 8 puntos porcentuales.
Ahora bien, los resultados de las encuestas de
salida presentados minutos después de las 20:00 horas, mostrarían una
diferencia de entre 8 y 10 puntos, entre el primero y el segundo lugar.
La primera encuesta de salida que se hizo pública
fue la de Grupo Milenio, realizada por GEA-ISA. La casa encuestadora que, según
su seguimiento diario, dijo que el candidato de Compromiso por México encabezó
las preferencias de las muestras (mil llamadas telefónicas aleatorias) de
principio a fin.
El margen de ventaja entre el primero y el segundo
lugar nunca fue menor de 10 puntos porcentuales. Sin embargo, el segundo lugar
no siempre lo ocupó el mismo candidato. Recordemos que durante al menos dos
terceras partes de la campaña, Josefina Vázquez Mota, la candidata del PAN,
ocupó el segundo lugar.
Posteriormente, el candidato de las izquierdas
subió al segundo lugar, posición que estuvo alternando con la panista. En la
recta final de la campaña, días antes de la votación, el tabasqueño se
posicionó en segundo lugar con 28.5 por ciento de las preferencias, contra 46.9
por ciento del priista.
La segunda encuesta de salida fue presentada por TV
Azteca. De igual manera, el candidato del PRI-PVEM aventajaba a su rival más
próximo con una diferencia de 8 puntos porcentuales.
En un proyecto especial para la Cámara Nacional de
la Industria de Radio y Televisión, Consulta Mitofsky realizó un estudio el día
de la elección. Arrojó resultados muy certeros: solo 6.7 puntos porcentuales
separaban al puntero del segundo lugar. Datos que para algunos resultan
curiosos, pues la última encuesta realizada por la misma empresa días antes de
la elección proyectaba una diferencia de 15.1 puntos entre el primero y el
segundo lugar.
Encuestas de
seguimiento: Un arma de muchos filos
Los usos de las encuestas de seguimiento electoral
y/o político son diversos. Las campañas electorales del siglo 21 se han visto
acotadas por ese universo monstruoso de las encuestas.
Es evidente que los estudios de opinión para fines
políticos no son 100 por ciento confiables y objetivos. Es ingenuo pensar que
no responden a un interés político o económico.
Y es que, a menos que se inventen empresas
encuestadoras fantasma para distorsionar las tendencias electorales, las casas
encuestadoras siguen una metodología apropiada, veraz. Sin embargo, una pieza
fundamental del proceso puede hacer que el resultado tenga variaciones muy
sesgadas. Ese factor es la muestra.
Por ejemplo, de las 10 casas encuestadoras que
dieron seguimiento al proceso electoral del pasado 1 de julio, y que gozan de
legitimidad y reconocimiento, siete pronosticaron al final un margen de ventaja
de entre 10 y 18 puntos porcentuales entre el puntero y el segundo lugar.
Solo tres se acercaron al escenario postelectoral
que mostraron las encuestas de salida, el conteo rápido y el PREP: entre 6.5 y
7.5 puntos porcentuales de diferencia.
Es preciso aclarar que lo anterior no tiene nada de
ilegal. No propicia un fraude electoral. Lo que sí hace es abrir un sinnúmero
de interrogantes acerca del poder fáctico que ejercen las encuestas y quienes
encuestan.
Las encuestas generan inteligencia que permea el
ambiente político-electoral, inquietan a la opinión pública y polarizan las
posiciones del ciudadano. Todo lo anterior es síndrome de una democracia que
goza de plena libertad para expresarse. Finalmente, los sondeos son un insumo
para que el ciudadano tome una decisión.
Aparte de proyectar las preferencias electorales,
las encuestas pueden ser instrumento de propaganda. La información extraída de
las mediciones es dirigida para tratar de crear climas de opinión favorables a
un candidato. Y esto puede derivar en un fenómeno conocido como “espiral del
silencio”, en el que el ciudadano forma sus propias opiniones de acuerdo al
ambiente predominante, adaptándose para no aislarse.
Muchos podrían argumentar que éste fue el caso del
candidato del PRI-PVEM, y por ello la amplia ventaja que tuvo en diversas
encuestas.
Sin embargo, lo anterior no siempre es el caso. El
puntero no solo es el más susceptible a los embates políticos, sino que una
gran parte de los votantes otorgan su sufragio a quien tiene mayor probabilidad
de ganarle al puntero. Esto es el voto en contra.
Otro fenómeno que se deriva de las encuestas que
presentan al puntero con amplia ventaja es que el candidato que contiende como
el “menospreciado”, el “underdog”, como se le conoce en inglés, tiende a
culminar la campaña muy fortalecido. Tanto, que son muchos los casos en que el
candidato menos popular es quien gana las elecciones.
En el plano nacional, en 2006, el ahora presidente
Felipe Calderón contendió desde su figura como precandidato hasta las
elecciones presidenciales con este carácter.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama,
contendió de la misma manera contra una célebre y reconocida figura política
como lo es Hillary Clinton, hasta que se enfrentó al experimentado senador
republicano John McCain.
Y así es como algunos no descartan que el hecho de
que el candidato priista haya tenido una ventaja aparentemente indisputable
durante 100 días, haya representado una oportunidad para quienes estaban en
segundo y tercer lugar.
Sin embargo, el estrecho margen que era disputado
entre el segundo y el tercer lugar, propició que los electores, al ver que su
favorito caía al tercer lugar, se dividieran entre los que preferían que ganara
el candidato del PRI-PVEM y los que se inclinaban por el candidato de las
izquierdas.
En cuanto a la crítica de que las encuestas se
equivocan, esto se debe a varios fenómenos, como la mala selección de muestras,
la subrepresentación o sobrerrepresentación de sectores, la manipulación o
falsificación de las cifras y el factor temporal.
Siempre se señalarán los errores de las encuestas,
nunca los aciertos. Por ello, lo que como ciudadanos podemos demandar es un
proceso que se apegue a la metodología científica y se aparte de los fines
mercadotécnicos. Buscar calidad y ética profesional en aquellas empresas que
gozan de un voto de confianza.
La fe de erratas, reconocida o no, muy evidente o
poco evidente, siempre rondará por el universo de las encuestas. El cinismo hay
que disfrazarlo, porque las disculpas posterrata de poco sirven, al menos en
esta materia.
Daño
colateral
Por Andrés Meza*
Equivocarse una vez no es grave, pero equivocarse
100 veces seguidas a nivel nacional cacareando certeza estadística,
desacreditando a otras casas encuestadoras e intentando manipular a la opinión
pública fue un desliz y un abuso monumentales.
Involuntario o no, el daño colateral provocado por
Milenio-GEA/ISA al sentir de la teleaudiencia en edad de votar fue monstruoso,
empero, la disculpa en voz del director editorial adjunto de Milenio, Ciro
Gómez Leyva, fue lapidaria y altiva, achicada y ligera: usted disculpe.
¿Qué subyace al usted disculpe, además del disimulo
fugaz?, ¿quién pagará los platos rotos de tanta desorientación cotidiana en la
voz de Gómez Leyva y su encuestador fallido Ricardo de la Peña?
La excesiva fanfarronería, los desatinos rutinarios
y las burradas en nombre del periodismo moderno, la metodología de la
investigación y los códigos de ética contaminaron a los editorialistas, que a
su vez emponzoñaron a la opinión pública. El daño hecho a México fue colosal.
No sabemos qué hubiera pasado si Milenio y su casa
encuestadora no nos hubieran restregado en la cara durante tres meses que
Enrique Peña Nieto iba a la delantera por 18 puntos porcentuales. No lo
sabemos, pero bueno, el hubiera no existe y el daño está hecho.
Todos los que nos dedicamos profesionalmente a la
realización de encuestas de opinión nos hemos equivocado en casos aislados; sin
embargo, no conozco paralelo en ninguna parte del mundo como el de GEA/ISA.
Caso único en la historia, traspiés noche a noche durante tres meses. Seguramente
ya están paraditos en el vestíbulo de “Aunque Usted no lo Crea” de Ripley.
“Lo malo de los que se creen en posesión de la
verdad es que cuando tienen que demostrarla, no aciertan ni una”, decía Camilo
José Cela. Y fue eso lo que le sucedió a Milenio-GEA/ISA durante los 100 días
que se creyeron amos de la verdad: 100 desatinos –o 101, da igual–.
Además del desvarío cotidiano de Milenio-GEA/ISA,
también erraron por unanimidad otros medios y casas encuestadoras:
Televisa-CNIRT-Mitofsky, BCG-Excélsior, El Universal, Parametría, Mendoza,
Blanco y Asociados, entre otras.
Me puedo equivocar, pero solo recuerdo dos firmas
que se acercaron a las cifras resultantes del conteo rápido del IFE: Berumen,
con una encuesta que colocó a Peña Nieto y a Andrés Manuel López Obrador en
empate técnico, y la del Grupo Reforma en su antepenúltima encuesta nacional.
Los demás se equivocaron.
Las encuestas que hablaron de las elecciones para
presidente en este 2012 pasarán a la historia como las más sesgadas y
vergonzosas del México actual, particularmente la de Milenio-GEA/ISA, con su
predicción cotidiana y protagonismo innecesario, que redujo su esfuerzo al
sofisma más absurdo y redundante jamás visto en tiempos electorales.
Insisto, sus estadísticas, sus ficciones y su gran
influencia televisiva dañaron el proceso electoral, no sabemos en qué medida.
Y a propósito de estadísticas y mentiras, para
terminar evoco la frase lúdica y célebre de Mark Twain: “Hay tres clases de
mentiras: la mentira, la maldita mentira y las estadísticas”.
* Andrés Meza es director general de Código Meza,
miembro de World Association of Public Opinion Research y tiene 30 años de experiencia como
encuestador.